El Museo de Bellas Artes de Bilbao exhibe tres cuadros de Zuloaga, Guinea y Barrueta

Anabel Larios

El Museo de Bellas Artes de Bilbao ha presentado este martes las tres últimas obras donadas a la pinacoteca que han sido incorporadas a su colección. Se trata de los cuadros ‘Picador gitano’, de Ignacio Zuloaga (Eibar, Gipuzkoa, 1870-Madrid, 1945); ‘La salla del maíz’, de Anselmo Guinea (Bilbao, 1855-1906); y de ‘Autorretrato’, de Benito Barrueta (Bermeo, Bizkaia, 1873-1953).

Las donaciones, que permanecerán expuestas en la Planta 0 de la pinacoteca hasta el 27 de marzo, fueron aprobadas el pasado mes de diciembre en el seno del Patronato del museo y, con su ingreso en la colección, vienen a «añadir valor» a la representación de sus tres autores en la colección de la pinacoteca.

Tal y como ha explicado durante la presentación de los tres cuadros el director del Bellas Artes, Miguel Zugaza, estas tres obras «forman parte ya de la colección del museo gracias a la generosa donación de los coleccionistas Plácido, Maite y Francisco Arango García-Urtiaga, Carmen de Icaza e Ignacio Marco-Gardoqui, respectivamente», ha detallado en su intervención.

El primero de los cuadros, el «Picador gitano» (1903) de Zuloaga, ha permitido al museo incorporar, por primera vez a la colección del museo, la temática taurina, «característica en la producción del pintor y una de las claves de su éxito internacional», ha destacado Zugaza.

Se sabe que la obra fue adquirida en Venecia y después formó parte de colecciones en Fráncfort y Madrid hasta aparecer en el mercado en época reciente y ser adquirida por el coleccionista Plácido Arango, cuyos herederos la han donado al museo en su memoria.

Fechado en 1903, el cuadro pertenece a un periodo de madurez artística y éxito internacional en la trayectoria del pintor, que le llevó a participar en exposiciones en Burdeos, París, Munich, Londres, Bilbao y Venecia, en cuya Bienal expuso 14 obras, entre ellas la donación que ha recibido el Bellas Artes, y que logró medalla de oro.

ESTÉTICA IMPRESIONISTA

A su vez, el segundo de los lienzos, «La salla del maíz (1893), de Anselmo Guinea, es «una obra importante en la producción del pintor y en la pintura vasca», ha remarcado el director de la pinacoteca.

Pintada tras la vuelta de su primer viaje a París, «representa la incorporación de Guinea a la modernidad defendida por su colega Adolfo Guiard, que le introdujo en la estética impresionista», ha recordado Zugaza.

El lienzo representa a una serie de personajes arrancando cardos y malas hierbas de un sembrado de maíz. «Pertenece a una serie de obras fechadas en esos mismos años en las que Guinea representa labores del campo como esta, la siega o la cosecha de la manzana», ha explicado.

El paisaje del cuadro se localiza en la localidad de Murueta (Bizkaia), en lo que hoy en día se conoce como la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, con la ría de Gernika, caseríos y sus montes al fondo, y en él se muestra el sembrado en el que se afanan cinco hombres, dos mujeres y un mozo, sentado sobre un canasto de castaño, en primer plano.

El formato apaisado refuerza la planitud amable del estuario, iluminado suavemente y con una paleta de azules y grises con los que Guinea describe la composición. Asimismo, «el delicado cromatismo» se completa con los verdes de los árboles, el maíz y la vid, y el contrapunto de color de las txapelas de los hombres y las pañoletas de las mujeres.

El cuadro fue pintado durante la primavera de 1893 y poco después se expuso en la Espejería de Ángel Velasco, situada en la Calle del Víctor de Bilbao. En su escaparate Guinea solía dar a conocer sus obras, que en ocasiones, como sucedía con la pintura de su colega Adolfo Guiard, suscitaban encendidas polémicas entre los aficionados y la crítica artística local.

PINTURA INTIMISTA

Con la donación del autorretrato de Benito Barrueta, fechado en torno a 1905, décadas antes del autorretrato que ya pertenece al museo fechado hacia 1943-1945, se completa, tal y como ha remarcado Zugaza, «la efigie vital de uno de los más notables retratistas de la pintura vasca, homenaje permanente de la pintura moderna al ejemplo Velázquez».

Compañero de generación de los pintores Ángel Larroque, Juan de Echevarría, Aurelio Arteta y Valentín de Zubiaurre, Benito Barrueta fue pintor de vocación temprana que, a pesar de sus modestos orígenes, pudo formarse gracias a una beca en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid.

Trabajó allí en el Museo del Prado como copista y descubrió la gran pintura de la escuela española, que ejercería en su trayectoria artística una «honda influencia». En 1900 se trasladó a París, donde se relacionó con la colonia artística internacional de Montmartre.

Durante la Guerra Civil española se exilió en Francia y en 1941 regresó a Bizkaia; primero a Bilbao y luego a Durango, para establecerse finalmente, durante la última década de su vida, en su Bermeo natal.

Centrado en una pintura intimista a menudo inspirada en su entorno vital, Barrueta se dedicó principalmente a la representación de interiores domésticos, bodegones y retratos.

El autorretrato donado al museo fue realizado probablemente hacia 1905, momento en el que iniciaba una ascendente trayectoria como pintor. Sobriamente vestido, se representa a sí mismo de busto y de frente.

En el cuadro el pintor luce un espeso bigote curvado hacia arriba que, junto con el pañuelo al cuello, «le da un aire bohemio mientras mira al espectador, componiendo la imagen de un hombre resuelto que se adentra en la madurez».

No hay en el cuadro ninguna alusión a su oficio y, como ocurre en todos sus retratos, utiliza un fondo monocromo que concentra la atención en el modelo. El ligero desenfoque remite a las enseñanzas velazqueñas de su etapa juvenil, que asimiló para crear un lenguaje propio, «sin artificios y de gran lirismo».

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