Clovisnerys Bejarano se arrodilla para orar frente al cuerpo de su madre, Saturnina, fallecida hace casi 30 años pero cuyos rasgos faciales se conservan gracias a un misterioso proceso de momificación que sucede de manera «espontanea» en el pueblo colombiano de San Bernardo.
«Todavía tiene su carita morenita, redondita, sus trencitas, su cabello (…) si Dios la quiso dejar ahí será por algo», dice Bejarano a la agencia de noticias AFP frente a la urna de vidrio donde se exhibe el cuerpo en un museo de este municipio a poco más de 100 kilómetros al sur de Bogotá (centro).
Saturnina Torres de Bejarano falleció en 1993 en su casa por un problema cardíaco. Su cadáver fue depositado en una bóveda del único cementerio del pueblo. Al exhumarlo, en 2001, sus familiares lo encontraron aún con pelo, uñas y la mayoría de sus tejidos intactos. No fue una sorpresa.
«Para nosotros, como sanbernardinos, (la momificación) se nos ha vuelto pan de cada día», explica Rocío Vergara, la encargada de la muestra donde se exhiben 14 cadáveres que escaparon a la descomposición por razones aún no explicadas. Algunos incluso conservan sus ojos y uñas.
En 1963 apareció el primer cuerpo momificado en las bóvedas de este camposanto ubicado en una ladera barrida por el viento. El fenómeno se ha repetido desde entonces: a finales de los años ochenta, se llegó a contabilizar 50 casos anuales. En la actualidad la cifra se ha reducido a un puñado de casos por año, detalla la encargada del museo ubicado en las mismas instalaciones.
Los familiares de los difuntos momificados deben autorizar su exhibición. La mayoría opta por desmembrar y cremar los restos. La familia Bejarano no quiso que su madre tuviera ese destino.
Sin respuesta
«Dios quiso dejárnosla y ahí la tenemos (…) Al verla uno así, ¿cómo va a dejarla cortar» y cremar?, pregunta Clovisnerys Bejarano, de 63 años y que lleva a sus nietos de manera periódica a visitar el museo.
«Salen contentos de visitar a la bisabuelita. Dicen: ‘Ay no era tan grande. De razón mi abuelita no es alta’. Se siente uno muy bien», cuenta esta ama de casa.
Según Vergara, «a pesar de que se ha abierto la puerta a investigaciones por parte de diferentes universidades (…) nunca se ha llegado a determinar la causa exacta» que lleva a los cuerpos a preservarse en el cementerio de San Bernardo.
Los locales creen que el fenómeno se debe a la buena alimentación de los habitantes de este municipio de clima templado y vocación agrícola.
Sin embargo, esta teoría no tiene sustento científico. Además hay cadáveres intactos que contradicen esta hipótesis, como el de Jorge Armando Cruz, un sanbernandino que pasó la mayor parte de su vida en Bogotá, donde falleció.
Tampoco hay un patrón en los cuerpos momificados: tenían diferentes edades al momento de morir y no predomina un sexo ni contextura en particular. La encargada del museo tampoco detecta un sector del cementerio que arroje más momias que los demás.
«Espontáneo»
La única certeza es que la respuesta debe encontrarse en las bóvedas, dado que el fenómeno comenzó a presentarse cuando el municipio inauguró este cementerio, donde no hay tumbas subterráneas.
Antes de los años 1960, San Bernardo había tenido dos camposantos en los que no hubo un solo caso de momificación, señala Vergara.
«El clima también se ha estudiado y se ha demostrado que es templado, húmedo, debería ayudar mucho a descomponer los cuerpos», agrega la guía.
Luego de un recorrido por las tumbas y el museo, la antropóloga e investigadora de la Universidad Nacional de Colombia Daniela Betancourt señala que las momias de San Bernardo son en apariencia similares a las de Guanajuato, en México, y Palermo, Italia.
También ensaya una explicación: «El cementerio está en una ladera de una montaña bastante pendiente. Está soplando constantemente el viento al mismo tiempo que hace calor. Es posible suponer que las bóvedas funcionan como un horno de cocción (…) te va deshidratando poquito a poquito».
Sin embargo, advierte que haría falta probar su hipótesis con experimentos. «Podría tratarse de un escenario (…) completamente espontáneo», concluye.