Detectado un bulo de un médico negacionista que equipara las vacunas contra la Covid-19 con “experimentos”

Fernando Casares

El médico Leonardo González Bayona, que forma parte del grupo negacionista autodenominado ‘Médicos por la Verdad’ en Argentina, protagoniza un vídeo viralizado en redes sociales en el que lanza varios bulos contra las vacunas de la Covid-19, al sostener erróneamente que son «terapias génicas» y «experimentos».

González Bayona sostiene que las vacunas no han sido probadas en laboratorios con animales y que pueden producir «enfermedades autoinmunes, trastornos en la conducta, enfermedades oncológicas, infertilidad», entre otros efectos secundarios.
Sin embargo, nada de esto es cierto, según ha comprobado esta verificación realizada en el marco del proyecto #VacúnaTE que Maldita.es y la agencia de noticias Servimedia desarrollan contra la desinformación sobre las vacunas de la COVID-19 con el apoyo de Google News Initiative.

«Debemos recordar que estas no son vacunas, son terapias génicas», afirma González Bayona en el vídeo. Sin embargo, las vacunas contra este coronavirus funcionan de manera similar a otras vacunas para lograr que el sistema inmunológico de una persona pueda reconocer y defenderse contra una determinada enfermedad sin padecerla al producir anticuerpos.
Además, no son terapias génicas. Como explica el Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano (NHGRI) de EEUU, una terapia génica «es una técnica experimental para tratar enfermedades mediante la alteración del material genético del paciente». Por lo tanto, una terapia génica es un tratamiento, mientras que la vacuna «significa prevención», según explicó Eva Martínez-Cáceres, vicepresidenta de la Sociedad Española de Inmunología, a Maldita.es

Las vacunas de ARNm, como las de las empresas Pfizer y Moderna, introducen en el cuerpo una secuencia de ARN con las instrucciones para producir el antígeno en nuestras células. Así se entrena al sistema inmune para que reconozca los patógenos que causan enfermedades y pueda defenderse de ellas.

Lo que hacen las vacunas de ARN mensajero, en vez de introducir en el organismo un patógeno atenuado o una parte de este, es introducir las instrucciones para que sea el propio organismo el que produzca el antígeno (en este caso una proteína) que desencadene la reacción del sistema inmune.

El investigador del Centro Nacional de Biotecnología y presidente del Comité de Ética del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Lluis Montoliu explicó que, «al utilizar ARN mensajero, estas vacunas le están proporcionando a las células las instrucciones para que estas fabriquen proteína S del coronavirus. Nada más. Estas moléculas de ARN mensajero son extraordinariamente lábiles [frágiles], y desaparecen muy rápidamente tras ser usadas para producir proteína S. Por eso hay que mantenerlas congeladas a tan baja temperatura».
Montoliu descartó que estas moléculas vayan «a insertarse en nuestro ADN, que sería la única manera de que nuestras células acabaran modificadas genéticamente, es decir, que se convirtieran en transgénicas. El ARN se administra, se usa y desaparece, se destruye y degrada por la propia célula, y ahí acaba su viaje».

En el vídeo, González Bayona le dice a sus seguidores que las vacunas son “experimentos” que “no los van a proteger de nada». Pero las vacunas no son «experimentos», sino que han sido aprobadas tras pasar la fase 3 de ensayos clínicos, al igual que el resto de medicamentos y vacunas aprobadas.

En la fase 4 se encuentran las vacunas comercializadas y autorizadas por las autoridades sanitarias contra el coronavirus pero por esta fase pasan todas las vacunas y medicamentos tras ser aprobados, tal y como explica en su web la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios.

González Bayona también sostiene que las vacunas «no cuentan con el tiempo suficiente de prueba» y que «en tiempo récord fueron aplicadas a seres humanos, con muy poco margen para garantizar eficacia y seguridad». Pero lo cierto es que la rapidez de los investigadores se debe a que antes de este SARS-CoV-2 hubo otros coronavirus para los que se elaboraron vacunas, como el SARS-CoV y el MERS-CoV.

De hecho, un estudio escrito en octubre de 2020 concluye que “las lecciones biológicas y clínicas que aprendimos de las investigaciones sobre SARS-CoV y MERS-CoV, junto con la experiencia en el desarrollo de vacunas que obtuvimos de otras enfermedades, ya nos han guiado para encontrar múltiples soluciones candidatas prometedoras» a la vacuna contra el SARS-CoV-2.

Además, el desarrollo de las vacunas contra la COVID-19 se ha acelerado en todo el mundo, comprimiendo en el tiempo su desarrollo al aplicar el conocimiento previo de producción de vacunas gracias a las ya existentes, según explica la Agencia Europea de Medicamentos (EMA). Las fases de desarrollo de vacunas que suelen hacerse de forma consecutiva, en el caso de la COVID-19 se han hecho en gran medida de forma paralela para ganar tiempo en el proceso.

De hecho, la Administración de Medicamentos y Alimentos en Estados Unidos (FDA) ha explicado que se coordinaron agencias gubernamentales, organismos internacionales, instituciones académicas, organizaciones sin fines de lucro y farmacéuticas “para priorizar y acelerar” el desarrollo de vacunas sin sacrificar «las normas científicas, la integridad del proceso de revisión de las vacunas o su seguridad». También ha habido más recursos para el desarrollo de estas vacunas, incluyendo inversiones con dinero público y de filantropía.
La evaluación de las vacunas por las autoridades sanitarias también se ha acelerado al revisar los datos de los ensayos clínicos en tiempo real mientras se realizaban, durante el proceso de desarrollo. Con las vacunas tradicionales se analiza la información generada en los ensayos una vez han finalizado. Esto permite, en el caso de la Agencia Europea de los Medicamentos, pasar de un máximo de 210 días hábiles para evaluar las vacunas a menos de 150 días laborales.

Para denunciar más bulos relacionados con la desinformación de las vacunas contra la Covid-19, Maldita.es dispone de un canal de WhatsApp a través del número +34 644 229 319 para que cualquier persona pueda comprobar automáticamente casos de desinformación que llegan a través del teléfono u otras vías.

Las + leídas