La España llena de Delibes

Juan Carlos Antón

La realidad se nos presenta a todos de la misma forma, pero es la manera de interpretarla la que distingue a cada cual. Lo definió perfectamente Pablo Picasso cuando dijo que «hay personas que convierten el sol en una mancha amarilla y otras que son capaces de convertir una mancha amarilla en el sol». Si algo distingue la obra de Miguel Delibes -de cuyo nacimiento celebramos ahora el centenario- es el modo en que retrató las personas y lugares aparentemente más sencillos, aquellos que formaban parte de su vida cotidiana, de su geografía sentimental.

En él se dan dos rasgos característicos de los grandes artistas: la pasión por la naturaleza y la profunda fortaleza de sus raíces. Su trabajo es una referencia continua a esa gran Castilla y sus gentes, tan queridas como tantas veces injustamente olvidadas. Desde Valladolid a Burgos -sin olvidar a Soria-, asomándose a los cañones de los ríos Ebro y Rudrón o en la calma silente del Valle de Sedano, el autor se descubre conquistado en la belleza de lo auténtico.

Su labor guarda una fidelidad notarial a la realidad del campo, a los códigos de valores y modos que se dan en esos hombres y mujeres de piel ajada y mirada profunda. Esos que saben más de la vida porque escuchan con claridad lo que las leyes de la naturaleza susurran en el día a día. El escritor no necesitó mundos de fantasía para ser un referente de las letras. Le bastó con mantener los pies y el corazón pegados a una tierra por la que, no cabe duda, sentía un profundo amor. Si describió como nadie  los usos y costumbres de las gentes del mundo rural es porque, sin lugar a dudas, se sentía uno más entre ellos.

Por eso, su centenario resulta una oportunidad sin igual para reconectar con los pueblos, para descubrir ese silencio tan lleno de lecciones que inunda lo que ahora se llama España vaciada y para hablar con quienes han conocido la dureza del trabajo en la era o se han enfrentado al temor de una noche solitaria a la intemperie mientras guardaban el rebaño. Tal vez, ellos nos puedan dar las claves para afrontar estos momentos de particular dificultad. Quizás debamos leer más a Delibes y escuchar a los abuelos.

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